martes, 28 de abril de 2015

Aut Ceasar aut nihil. César Borgia o las ironías del destino.

Seguimos con la historia de los Borgia, que había quedado pendiente de la entrega pasada.
César Borgia era el segundo hijo varón de Alejandro VI, de manera que el primogénito, Juan, fue designado Duque de Gandía y nombrado jefe del ejército, y en cambio César fue reservado para la vida sacerdotal. Llegó a ser arzobispo a los 20 años pero la carrera religiosa no era de su gusto, de manera que mandó asesinar a su hermano mayor para tomar su lugar. 

Cuenta Genviéve Chastenet que Alejandro VI mandó a sus dos hijos a Nápoles, donde Juan debía tomar posesión del ducado de Benevento, y César para  coronar a Federico de Aragón como legado del Papa. Vanozza, la madre de los hijos del Papa, organizó una comida antes de la partida en San Pietro in Vincoli. Durante la comida, un hombre encapuchado se acercó a Juan, le susurró un mensaje y desapareció. Al caer la tarde y abandonar la fiesta, apareció el mismo encapuchado, y Juan despidió a su escolta (excepto a su palafrenero), diciendo que iban a “divertirse”. Nadie se extrañó por esto, pero a la mañana aún no habían aparecido. Fue hasta la noche que apareció el palafrenero malherido. 

Rápidamente se corrió el rumor de que habían asesinado a Juan de Gandía y que lo habían arrojado al Tíber. El Papa rápidamente inició la búsqueda. Un par de días después, y tras el testimonio de un marinero, se encontró el cuerpo de Juan. Tenía heridas de espada y un profundo corte en la garganta, sus guantes puestos, su capa y una bolsa con 30 ducados de oro, por lo que el robo no era el móvil del asesinato.
Sobre el hecho, Sannazaro compuso esto:

“Piscatorem hominum ne te non, Sexte, putemus
Piscatoris natum retribus ecce tuum.”

[Que seas pescador, Sixto, lo creemos,
Pues has pescado a tu hijo con tus redes.]

El Papa estuvo inconsolable, y declaró:
 “Éste es el más duro golpe que podían asestarnos, pues amábamos al Duque de Gandía más que a nada en el mundo. Renunciaríamos con gusto a siete tiaras para devolverlo a la vida. Dios nos ha castigado por nuestros pecados, pues él no merecía una muerte tan terrible. Ha corrido el rumor de que Juan Sforza es el  autor del crimen. Nosotros estamos convencidos de su inocencia y aún más de la de Ludovico Sforza y el duque de Urbino”.
Se sabía que ni los Orsini ni los Sforza eran autores de esa muerte, y según la famosa frase “lo hizo quien se beneficia del crimen”, todo apuntaba a César. Incluso el mismo Maquiavelo escribió en una carta: “La causa de esta muerte permanecerá oculta durante algún tiempo, pero se tiene la certeza de que el cardenal de Valencia (César) ha cometido personalmente o mandado cometer el asesinato”. 

Pero César no sólo asesinó a Juan, sino que también cuenta la historia, mató a Perotto, un ayudante del papa que se había involucrado con Lucrecia después de la primera anulación de boda. Lucrecia había resultado embarazada de Perotto, y César vengó el honor matándolo en el Vaticano, a los pies de Alejandro VI.
Juan duque de Gandía, César Borgia, y Rodrigo de Bisceglie a los 9 años. Autores varios.


Con el tiempo, César se intentaría casar con Carlota de Aragón, hermana de Alfonso de Aragón, duque de Bisceglie quien sería el segundo esposo de Lucrecia. Tras la fallida relación, César tendría varias aventuras, incluida su cuñada Sancha, casada con Joffré, el menor de los Borgia.
César fue la inspiración, aunque está dedicado a Lorenzo de Médicis, para El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. Siempre tuvo pensamientos de altura, soñando con dirigir ejércitos, conquistar territorios, y ejercer poder. Su espada tenía una frase grabada “Aut Cesar aut nihil”, (“O César o nada”) en una clara alusión a Julio César y su triunfo sobre Roma.
Espada de César Borgia. En ella está grabada la frase Aut Caesar aut nihil. 



Sin embargo su destino fue fallido. Una vez muerto su padre en 1503, y debido a la gran cantidad de enemigos que había hecho, se puso a las órdenes de Alfonso XII, con quien ostentó el título de Duque de Valentinois. Tomado prisionero  por el papa Julio II fue enviado a Nápoles y luego a España, donde fue prisionero en Medina del Campo. De su vida azarosa y enamorada contrajo el llamado “mal francés”, la sífilis. Se escapó de la cárcel lastimándose seriamente y se puso a las órdenes del rey de Navarra, que no se distinguía por sus recursos monetarios ilimitados
Nada en la vida de César fue mediocre: ni su maldad, ni sus logros, ni sus pasiones, ni sus crímenes. Bajo las órdenes del rey de Navarra fue enviado a atacar a Luis de Beaumont, pero advertido, mandó atacar a César en un barranco. Herido con saetas, derribado de su caballo, le robaron la armadura y lo abandonaron en un foso. Fue enterrado en Santa María de Viana, en una tumba cuyo epitafio dice:

Aquí yace en poca tierra
el que toda le temía,
el que la paz y la guerra
en su mano la tenía.

¡Oh tú, que vas a buscar
dignas cosas de loar!
si tú alabar al más digno
aquí para tu camino,
no cures de más andar.



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